"volver a
nacer" por y en el Conocimiento
M\M\
Roberto Alba
Extraido de "KâlaMukha", René
Guénon, cap. LIX de Símbolos Fundamentales
La división
en tres grados aprendiz, compañero y maestro conforma un esquema
perteneciente a toda vía iniciática regular, constituyendo una síntesis del
proceso mismo del Conocimiento y su realización efectiva. Este ternario
iniciático es análogo a los tres planos o niveles de la manifestación cósmica:
el Corpus Mundi, el Anima Mundi y el Spiritus Mundi, según la terminología del
hermetismo cristiano medieval. El Cuerpo, el Alma y el Espíritu universal se
corresponden así con los grados de aprendiz, compañero y maestro,
respectivamente. De ahí que la realización iniciática reproduzca etapa por
etapa el proceso mismo de formación del cosmos o del orden universal, motivo
por el cual, y en razón de la analogía existente entre el macrocosmos y el
microcosmos, dicho ternario es también el de la constitución del ser humano
considerado en toda su integridad. Utilizando el simbolismo geométrico, los
tres mundos (y los tres grados iniciáticos) se representan como otros tantos
círculos concéntricos, en donde, naturalmente, el más periférico y exterior se
correspondería con el plano corpóreo, el intermedio con el anímico o
psicológico, y el más interior con el espiritual.
Bajo
este criterio el hecho de que se
manifiesta que el punto al centro del circulo
es el punto que tácita o explícitamente está representado en el centro
de este último círculo simbolizaría al Ser o Unidad primordial, que en lenguaje
masónico no es otro que el Gran Arquitecto del Universo (idéntico al
"motor inmóvil" aristotélico), que aunque en sí mismo no manifestado
como el punto, que en realidad no existe en el espacio es no obstante el principio
a partir de cuya emanación o expansión se genera toda la manifestación, que
depende enteramente de él en todo lo que ella tiene de realidad.
En
este sentido la transmisión de la influencia espiritual recibida por la
iniciación masónica es análoga a la acción del Fiat Lux emanado del Verbo
divino "en el Principio", dando lugar al orden cósmico. Y así como
ese orden fue "sacado del caos" por la acción de la Palabra luminosa
y espermática, el hombre es rescatado del mundo profano, o de las
"tinieblas exteriores"
Entonces
la iniciación masónica es la irradiación
clarificadora que se genera en su conciencia gracias al poder creador de la
influencia espiritual o "iluminación" iniciática, lo que acontece en
el corazón, es decir en el centro mismo de su ser. De esta manera, y semejante
a esa cosmogénesis, se produce una antropogénesis espiritual, lo que equivale a
la generación o nacimiento del hombre nuevo. Esa Palabra luminosa, Logos o
Sonido primigenio que insufla la vida y el ser a la materia amorfa es también
un "ritmo" cuya cadencia vibracional la articula y ordena. Y este
ritmo creativo es el gesto o rito cósmico por excelencia, prototipo de todos
los ritos iniciáticos, lo cual explicaría por qué éstos son imprescindibles
para vehicular la influencia espiritual, que en el fondo lo que persigue es
transmitir al ser la energía de la Inteligencia y del Conocimiento por
mediación del código simbólico y su ritualización, despertándole a sus
posibilidades superiores de acuerdo a lo que fue hecho "en el Principio",
e insertándole por consiguiente en el tiempo mítico y verdadero.
Siendo
la Masonería una tradición procedente de las antiguas organizaciones y gremios
iniciáticos de constructores "libres", ésta concibe a la Unidad como
un Arquitecto u Ordenador Supremo, y al cosmos como su obra más perfecta y
elocuente, lo que hace posible que el hombre pueda tomar a esta última como un
símbolo vivo que le permite reconocer (porque los contiene en sí mismo) los
principios o arquetipos que determinan todo lo creado, tanto en el Cielo como
en la Tierra. Esos principios y leyes universales, y el orden visible e
invisible, tangible y sutil que de ellos emana, se expresan mediante las
proporciones, medidas, ritmos y estructuras de los números y las figuras
geométricas, fundamento de todas las artes y ciencias cosmogónicas, y sobre
todo de la arquitectura sagrada, síntesis de todas ellas.
Ahora
bien si la Masonería (como la Alquimia) es llamada el "Arte Real",
éste no consiste en otra cosa que en la actualización, en el plano del hombre y
de la vida, de todas las posibilidades de manifestación concebidas y contenidas
eternamente en la Mente y la Sabiduría del Creador, que "todo lo dispuso
en número, peso y medida", lo que nos da la idea de la existencia de un
modelo prototípico reiterado en cualquier gesto creativo, ya se trate ese gesto
de la creación de un mundo, de un ser o de una obra de arte, siendo ésta última
la que el hombre finalmente pueda hacer consigo mismo en su interior. Es por
eso que el aprendizaje, conocimiento y encarnación de ese modelo, que el cosmos
entero simboliza, hacen del masón un obrero de la construcción universal, en la
que él colabora conscientemente, pudiendo leer así en el "Libro del
Mundo" o "Libro de la Vida". Acceder a esa cosmovisión, a ese
orden armónico, conduce a la contemplación de la Belleza, que es un nombre
divino y por consiguiente una poderosa energía de transmutación y regeneración.
Esto
nos lleva a considerar que, además del Verbo que insufla la vida a la materia
amorfa, o substancia nutricia original, también existe la acción de un
"gesto" divino en la creación del mundo. Y ese gesto misterioso es el
que establece precisamente la analogía antes mencionada entre el proceso
cósmico y el iniciático. En efecto, la transmisión de la influencia espiritual
en la Masonería es vehiculada por la ritualización de determinadas palabras y
gestos sagrados, dividiéndose estos últimos en "signos" y en
"toques". En este sentido, debemos recordar que esas palabras y gestos
rituales no son sino la propia energía del símbolo puesta en acción, lo que
hace posible que la idea que el propio símbolo transmite se revele con toda su
fuerza y fecunde al ser que la recibe, haciéndolo pasar, como antes hemos
dicho, de la "potencia al acto" o de las "tinieblas a la
luz". El código simbólico no es algo que pueda aprehenderse desde el
exterior, como si uno mismo no estuviera incluido ni formara parte de la idea
que éste transmite. El hombre comienza a tener conciencia de su ser en el mundo
cuando comprende que él mismo es un símbolo, es decir que debe verse como en un
espejo donde se refleja el Ser y la vida universal. En realidad todo rito es
un símbolo, o idea, en movimiento, y todo símbolo, a su vez, no es sino la
fijación de un gesto ritual cumplido conforme al orden, esto es, conforme al
modelo de lo que fue hecho "en el Principio". El rito es la
"vivencia" de la idea simbólica porque de hecho el propio rito no es
sino esa misma idea articulada en el espacio y el tiempo, es decir en la
totalidad de nuestra existencia, que así adquiere pleno sentido al integrarse
en la cadencia de la armonía y del ritmo universal, siempre idéntica a sí misma
por constituir la expresión de la Unidad indiferenciada, alfa y omega de todo
lo creado. A este respecto, es bastante significativo que la palabra gesto
tenga también el sentido de "gestación", y por tanto de
"generación", que en el contexto iniciático y simbólico se vincula al
renacimiento espiritual, de un "volver a nacer" por y en el
Conocimiento.
En
la Masonería ese trabajo consiste en desbastar y perfeccionar la "piedra
bruta", que es el símbolo del aprendiz, mientras que la piedra
"cúbica" pertenece al compañero, y la "piedra cúbica en
punta" al maestro. Esta sucesiva mutación de la piedra simbólica, análoga
a la transmutación alquímica, indica tres momentos claves del trabajo masónico.
Sin embargo, y como los símbolos se prestan muchas veces a un doble sentido, en
la masonería que no olvidemos procede de una tradición de constructores, y
sin perder totalmente esa significación, la piedra bruta deviene más bien un
símbolo del caos precósmico, y en cierto modo puede verse como una imagen del
mundo profano, de donde el aprendiz procede y al que tiene que superar en su
intento de ir de las "tinieblas a la luz". En este contexto
simbólico, las asperezas y aristas de la piedra bruta representan las
deformaciones del alma humana sometida a las influencias egóticas e ilusiones
mentales de todo tipo, las cuales suponen un obstáculo en la evolución espiritual.
Se impone, pues, una ascesis purificadora que, al mismo tiempo que lime las
asperezas de la piedra bruta de la conciencia, de lugar a un desarrollo
ordenado de las posibilidades superiores en ella incluidas, y en tanto que no
se manifiesten permanecen en estado embrionario y latente. En la iniciación
masónica los primeros trabajos del aprendiz se llevan a cabo con el mazo y el
cincel, herramientas que respectivamente simbolizan la fuerza de la voluntad y
la facultad de la inteligencia, la cual distingue, separa y determina lo que en
el ser es permanente y coesencial a su naturaleza (aquello que ese ser
"es" en sí mismo), de lo que constituye sus añadidos superfluos y
exteriores. En lenguaje masónico esta acción clarificadora recibe el nombre de
"despojamiento de los metales", que en el fondo es idéntica a lo que
en Alquimia se denomina "separar lo espeso de lo sutil", es decir lo
profano de lo sagrado. Entendida de esta manera, la voluntad es ese fuego sutil
que generado por la acción iluminadora de la influencia espiritual, promueve en
el hombre el amor o la pasión por el Conocimiento, siendo en este sentido que
los términos querer, creer, y crear son exactamente lo mismo. Empero, y a fin
de que no se disperse, esa fuerza interior ha de estar bien dirigida por una
recta intención, o rigor intelectual, que la encauce y concentre en vista a la
comprensión teórica y efectiva de los principios universales, los cuales,
volvemos a repetir, se revelan mediante las leyes, ritmos y ciclos que regulan
el orden armónico de la Creación. Sólo así, conjugando en un acto único, que
deviene ritual y permanente porque se ha "incorporado" a la
naturaleza del ser, la fuerza del amor y el rigor de la inteligencia, la
"materia caótica" irá siendo pacientemente tallada, hasta que el
aprendiz, intuyendo la Belleza o "forma" ideal oculta en esa materia
deforme, se "eleve" a un grado superior de su jerarquía interna, es
decir, a compañero.
Es
cuanto
V\ de
La Paz, Otoño de la e\ v\
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