Acerca del mandil ritual de los
masones
Mandil del grado 32 de Simón Bolivar |
El mandil que los francmasones llevan en
sus ceremonias rituales, constituye una característica propia y original de la
institución. La francmasonería es la única estructura que a partir de las
prácticas y representaciones de un oficio, en este caso el tan prestigioso de
la piedra en su tiempo, ha dado paso a una filosofía del hombre.
Es igualmente la única forma de
sociabilidad profana donde los usos implican hasta un cierto punto a la
gestualidad y el cuerpo y que en consecuencia, o por lo tanto, se basa en un
lenguaje simbólico.
Es dentro de ese contexto que debe
apreciarse la realidad y el significado para los francmasones de este
elemento vestimentario que cubre el bajo vientre y se abre a una serie de
interrogantes e interpretaciones.
Tales particularidades y la discreción
que le rodea alimenta las especulaciones acerca de las prácticas, calificadas
por lo menos de ridículas sino de sulfurosas.
Esto es suficiente en todo caso, para
detenerse y considerar la elección de un punto de vista histórico y
antropológico que demanda evidentemente saber de que tipo de mandil se trata.
Hay que comenzar por recordar que la
masonería se deriva de la transformación en el siglo 17 de las antiguas
estructuras corporativas denominadas como francmasonería operativa.
Diversas necesidades impulsaron
originalmente a los miembros de esa aristocracia de oficio a llevar al
mutualismo gran parte de sus actividades, para proteger un aprendizaje y un
imaginario simbólico.
La novedosa forma de la francmasonería,
llamada especulativa, que aparece al principio del siglo 18, conservó el marco
y las marcas de origen como signo de pertenencia y material de reempleo,
puestos al servicio de una sociabilidad fraternal al invocar en especial a las
nociones de libertad y de igualdad en sus nuevos términos y profesando un
deísmo no dogmático.
Aunque se mantenía en el modo y la
apariencia de una sociedad de diversión, festiva, esa nueva sociabilidad
apartándose de las potenciales polémicas con el orden establecido, fomentará o
acompañará en muchos países, y en especial en Francia, al movimiento que en
Occidente elevó el estatus de la persona, desde la sumisión a la ciudadanía.
Desde entonces la masonería sigue ligada
a sus orígenes, manteniendo una cultura operativa en su aspecto de parodia, en
tanto que vive un presente de fraternidad humanística. El mandil es a la vez la
marca de ese origen y de tal continuidad y es significativo de un compromiso de
trabajo en tanto que modo,de realización personal y social, ayudando a asegurar
el atrincheramiento y la cohesión del grupo.
Históricamente, ese mandil ha sido el
punto de reencuentro entre la antigua cultura operativa y la especulación,
fechable hacia el siglo 17 y referida al Templo de Salomón.
Los mandiles originalmente, eran sin
duda un elemento de la vestimenta del oficio destinado a protegerse de los
cortes y astillas de las herramientas. Lleva así el orgullo y el reconocimiento
corporativo y confraternal. Los miembros de las logias operativas conservaban
sobre sí ese mandil en sus ceremonias, al conducir a los nuevos hermanos en las
recepciones, incluyendo en ocasiones a unos pocos miembros que llamaban «aceptados »
- no manuales- quienes eran recibidos a título de honorario y a quienes
se les podía transmitir el Signo, el Pase y la Palabra del Masón. Fue así que
ese cubrirse con el mandil grande y de cuero fuera adoptado naturalmente en las
logias especulativas.
No existía diferencia alguna entre el
mandil que llevaban los Aprendices y el de los Compañeros de Oficio: se trataba
de una gran pieza de cuero flexible y suave, de color claro, que parece se
extraía de la garganta de un cordero lo que explicaría la existencia de una « baveta »
correspondiente a la parte del animal debajo de la boca.
Los miembros de los Talleres (como a
menudo los masones describen a sus logias) que se desarrollaron rápidamente en
Europa hacia los años 1720 y 30, practicaban desde el principio un simulacro de
oficio.
Desde entonces se reúnen alrededor de
una representación arquetípica del Templo de Salomón en el sitio de la
construcción, lo que tiene una importancia capital para comprender lo que
sigue.
En efecto, este emblema, trazado a la
tiza, pintado, bordado, les daba la ocasión de mostrar las piedras,
herramientas marcas y figuras geométricas del Oficio, ubicadas dentro de un
contexto original, que era como decir : allí se reunió la primera logia, la
logia madre de todas las logias durante la construcción del edificio. Hoy día
la francmasonería está en el año 6007 en función de ese origen presunto.
La evocación del Templo en
construcción tenía una tonalidad universalista que se sentía investida de
una misión pacificadora novedosa para aquellos tiempos, a diferencia de otra
que retenía la visión de un Templo universal aún no concluido. Era una
revolución filosófica.
Sin embargo, esa imagen sobre el piso,
comprendía los signos, con un sentido y un uso ritual claro, ordenados en
función de un eje orientado partiendo de dos columnas en Occidente llamadas J y
B, citadas en las Escrituras, a las que se le superponen granadas ; tres
pequeñas ventanas de barrotes, un damero negro y blanco llamado Pavimento
Mosaico, además de diversas herramientas y sobretodo por la visión de un Delta-
un triángulo- radiante en el Oriente, todo insertado en una cosmogonía elemental,
con la Luna y el Sol, y a veces las nubes y el cielo estrellado.
Las reuniones de los francmasones
especulativos ahora consistía en situarse alrededor de esta representación, de
esta imaginería, llamada Tapiz o Tabla de Logia. De allí proviene el nombre que
se usa hoy en día, el de «tenida »
para calificar eso.
Se trataba entonces, originalmente, de
un acto conmemorativo, rápido, edificante y en fin, reflexivo, a partir de la
observación y del comentario en la tradición del « ars
memoria » medieval o del « art
of memory »inglés.
Alrededor del Tapiz se organiza el
espacio, se ejecuta una circulación dextrógira, se perpetúan los juegos de
preguntas-respuestas codificadas como modos de reconocimiento (llamadas
retejados), las ceremonias de iniciación y prestación de juramentos, y tendrán
su lugar los sitiales, candelabros y el mobiliario.
Finalmente, cuando los locales se
hicieron permanentes, los grupos mejor instituidos y las ceremonias mas largas,
los elementos representados sobre el tapiz pasaron a ser una realidad en tres
dimensiones. El local así amueblado, llamado logia o Taller, terminará por
denominarse también Templo.
En los años 1740 y posiblemente con
buena lógica, aparecieron esas decoraciones sobre los mandiles de los francmasones
especulativos.
Estos también sufren un cambio con la
aparición del grado de Maestro en las logias, que no era hasta entonces mas que
un cargo. Se van a diferenciar en mandiles que quedan blancos para Aprendices y
Compañeros, de tamaño mas pequeño, ahora en cuero o en seda.
Terminarán mas adelante con la baveta
elevada o rebatida según el primero o segundo grado. Paralelamente, los
mandiles de Maestro son cada vez mas decorados, muchas veces con temas basados
en la dramaturgia de ese grado, marcado por la muerte de Hiram, el Maestro
arquitecto o directamente inspirados en los Tapices de logia de que se ha
hablado.
Durante la segunda mitad del siglo 18,
los mandiles llegan a ser el soporte de obras de composición. Pasan a ser
Tapices de logia miniaturizados o simplificados con los principales motivos
citados- columnas J y B, Luna y Sol, triángulo radiante, piedras bruta y
tallada, herramientas, no solo la escuadra y el compás, sino la plomada, nivel,
trulla, cincel, mazo, etc y en ocasiones un cenotafio y –o- un túmulo de
piedras, un cráneo, la rama de acacia, etc.
El mandil de masón, se convierte desde
esa época en el portador de un significado simbólico. Confeccionado mas y mas
frecuentemente de seda bordada de hilos, de canutillos, permiten tener un
mandil a la vez común y personalizado.
Sin duda que cuando es lujoso, permite
igualmente un cierto lucimiento social. Era muy apropiado decir como hoy en
día, al sumar las bandas y collares que alguien así vestido estaba « decorado »
El período que va desde el último tercio
del siglo 18 al segundo imperio , fue la edad de oro de esos mandiles en cuero,
seda, algodón o fieltro (rara vez), pintados o impresos, que hallamos hoy día
en una gran variedad de modelos, de mucha habilidad y creatividad.
Los diseños de artistas del bordado
trabajando en esas confecciones, terminaron por formar las «Maisons »
establecidas como Habert, Brun, Guerin, Teyssier, Orcel en Lyon, etc. La
existencia de grados después de la maestría, llamados « altos
grados », que fueron apareciendo en la segunda mitad del
siglo 18 y se difundieron al final del mismo, será una nueva ocasión para
diseñar nuevos tipos de mandiles de Elegidos, Caballeros de Oriente, siguiendo
con los Rosacruces y Kadosch en el siglo 19.
De todas formas, el acceso a los
Hermanos de medios mas bien modestos a partir de 1830 y sobretodo de 1848, la
posibilidad de realizar fácilmente series repetitivas, basadas sobre motivos
simplificados, el desinterés parcial por el ritual durante el período de los
combates republicanos, explican la baja progresiva de las creaciones y de la
calidad después de esto.
Bajo la Tercera República, en el siglo
20, solo la Maison Gloton que
hace su aparición por los años 1960, tratará de mantener una tradición o de crear
nuevas formas de composición.
Solo recientemente y por razones ligadas
tanto al interés reavivado de los Masones, como a las nuevas posibilidades
técnicas, es que han aparecido algunas obras originales y estéticas. Entretanto
el arte del bordado del mandil masónico está prácticamente desaparecido.
¿Qué uso hacen los francmasones de ese mandil ? Es cierto ante todo, que ese
atributo es un signo identificatorio fundamental, que conlleva tanto la idea de
continuidad con la antigua hermandad, como la noción de universalismo y un
profundo apego al trabajo (tanto intelectual como manual dicen los rituales),
donde es específicamente designado como «emblema ».
Aún permite alimentar un mítico entorno
de los constructores de catedrales y de «maestros venerables »
de entre ellos, aunque no exista continuidad orgánica alguna con los mismos.
Regularmente se emplea como tema de
plancha en los Talleres, por ejemplo como signo de igualdad, modo de libertad
interior, símbolo geométrico (cuadrados basados en el número de oro, cuadrados
con triángulos superpuestos), evocación de los orígenes, alegoría del silencio,
forma y receptáculo de astillas de la piedra tallada, negación de la
personalidad en la construcción, como enlace a los oficios con blusa y
delantal, reflexión sobre el pectoral y el vestido que permite proteger y
mostrar a la vez, etc.
El mandil marca la pertenencia masónica
de modo tan significativo que se habla de «masón
sin mandil » para referirse a uno que reúne las cualidades pero
sin serlo formalmente.
El mandil masónico es el medio de
efectuar una separación con el mundo llamado «profano »,
de quedarse al resguardo de las turbulencias de la sociedad y de situarse en
igualdad cara a cara con otros, cualquiera sean las jerarquías exteriores.
Se presenta como una superficie, una «decoración »
de proyección y representación que fortalece la gestualidad del cuerpo,
importante en francmasonería. Es en definitiva una « pantalla » en todo el
sentido de la palabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario